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LAS ESCUELAS Y LA POBREZA: Cómo influye nuestra postura como docentes frente a la exclusión, la pobreza y la marginalidad.

Luego del análisis del texto “‘Pobres’, ‘marginales’ y ‘excluidos’ en la teoría social” y de lo trabajado al respecto en clase, nos gustaría hacer foco en cómo la escuela y la educación se ven directamente afectadas por lo que el autor denomina “fronteras de la exclusión”.
El autor considera como excluídx a quien haya transitado condiciones de pobreza, esté desocupadx, viva en villas o asentamientos, quien tiene dificultades de ser re-empleado, no tiene ingresos estables y no tiene acceso a la educación ni la protección social. Pero luego de esto, se hace hincapié en los nuevos sentidos y significados que hay respecto a estos términos y por eso se aborda a Castel en su planteo acerca de tres “zonas de cohesión social”: una de integración, luego la de vulnerabilidad y por último la de exclusión. Siendo que, la ampliación de la segunda zona, profundiza a la última. Y en relación, Castel hace una aclaración que nos parece muy interesante: la exclusión no es un estado, sino un proceso sobre el cual se puede, y se debe, intervenir con antelación. El problema de esto radica en que, claramente, entran en juego ciertas relaciones de poder, y quienes son excluidxs se toman en los discursos políticos como consecuencias de los cambios económicos, sociales, globales… Sobre el final del texto hay un párrafo muy explícito respecto a la indiferencia de los sectores que concentran las riquezas y el poder político:
“Máscaras que en nombre de Dios, del pueblo, de los intereses nacionales, de la seguridad y del bien común, convierten a los discursos sobre la pobreza y la exclusión en escenarios de disputas ideológicas y políticas que sin neutralidad alguna se tornan productivas en el momento de consolidarse más estratificaciones, nuevas y viejas desigualdades”.
Quienes se encuentran en territorios de pobreza luchan constantemente por no caer en la exclusión, aquellxs que están “a punto de ser ubicados debajo de la línea de pobreza, se resisten a descender aun más”. Saben que más allá está la exclusión, y esto es sinónimo de mayores dificultades para conseguir empleo, dificultades para conseguir lugares donde vivir, dificultades para sostener a la familia y lamentablemente, dificultades en cuanto a la posibilidad que tienen sus hijxs de ir a la escuela. Acá es donde nos encontramos con las anteriormente nombradas “fronteras de exclusión”.
Constantemente podemos ver que hay una estricta relación de dependencia con el Estado y eso es lo que más complica la situación. Cuando el estado está ausente, cuando el estado se lava las manos y toma la pobreza y la exclusión como consecuencias propias (e inevitables) del “progreso económico”, lxs marginales, pobres y excluidxs pasan a ser algo más en el paisaje cotidiano y por ende, no se interviene al respecto. Es importante entender que “la desigualdad social excede a los sujetos de la pobreza” y por lo tanto, “debemos dirigir la mirada a los procesos de exclusión, pauperización y subalternación que la provocan”. Quien se encuentra en un estado de exclusión, quien está marginadx de la sociedad, quien es pobre, no es culpable en lo absoluto. Nadie es pobre porque quiere, y es nuestro deber deconstruir esa idea.
Como futurxs docentes, estas cuestiones nos afectan todavía más directamente cuando las “fronteras de exclusión” atraviesan también el campo de lo educativo, generando nuevas “fronteras educativas”. Esto complica, como decíamos, el acceso a la educación y afecta directamente a las escuelas que se sitúan en barrios de pobreza extrema. Cobra vital importancia que las escuelas y la educación en sí tengan conocimiento sobre la realidad social en que están inmersas. El texto plantea una hipótesis muy interesante acerca de la heterogeneidad que podemos encontrar en las escuelas: puede que lo que más las distinga sean “los modos en que los sujetos procesan, comprenden y problematizan la condición de pobreza”. Sumado también a la diversidad social y cultural de quienes concurren y el posicionamiento frente a la educación.
Según el análisis que se haga en las escuelas acerca de los límites (fronteras) de la pobreza y la exclusión, el autor plantea dos posturas. Por un lado, una donde esas fronteras se acentúan y “se reproducen así la desigualdad, la discriminación y la diferenciación social”, haciendo de la escuela una extensión más del contexto en que se encuentra. Por otro lado, unx puede posicionarse de tal forma que las fronteras no se diluyan, pero que tampoco se instalen y se traten como algo “imposible de abordar”. Esta postura permite que reconozcamos las realidades de lxs demás y logra que “quienes son excluidos y negados en su condición humana, lo transformen en una posibilidad de construcción de otras subjetividades e identidades que transformen el orden establecido”.  Nuestro rol como docentes es clave en este punto. Tal como hablamos en clase, cómo entendamos la desigualdad y el desempleo y cómo consideremos a lxs culpables condicionan nuestra forma de pararnos en el aula y la relación que tengamos con nuestrxs alumnxs.
La relación que hay entre la educación y la pobreza nos obliga a repensar ciertos vínculos para “crear y fortalecer un pensar y un hacer alternativo en las escuelas en territorios de pobreza”. Nos encontraremos más de una vez con realidades muy diversas entre nuestrxs pibxs y es más que importante la manera en que tratemos esas diversidades para no profundizarlas y transformarlas en cuestiones que puedan generar discriminación o marginalidad. No es una tarea fácil en lo absoluto, por eso creemos que es clave poder desarrollar una visión crítica sobre la realidad en la que estamos inmersxs.

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